- Se
valiente – Era mi padre, hablándome frente a frente, no a un recuerdo, estaba
tan presente que sentí podía tocarlo. Los mire con el corazón encogido por la
necesidad de abrazarlos, pero algo me decía que no debía tocarlos.
Ya lo es – Mi madre, abrazada del brazo de mi padre y me observaba con ojos cristalinos.
Desperté
atragantándome, como si hubiese estado bajo el agua y hubiese salido justo
cuando mi cuerpo ya no aguantaba la respiración, enormes bocanadas de aire
entraron en mis pulmones, gire sobre mi misma y tosí seco varias veces hasta
que logré controlarme.
Seguía siendo de noche, la fogata seguía
calentado el aire fresco, pero ya no tenía frio y ya no había dolor, se había
ido como había llegado, pero algo era diferente dentro de mi, sentía el cuerpo
fresco por dentro.
- ¿Helena?
Era Ian.
- Ian – lo llame mientras me incorporaba y
abría los ojos, que por algún motivo me ardían.
Lo voltee a ver,
estaba asustada y confundida por lo que acababa de suceder.
- Dios mío – dijo el abriendo los ojos de
par en par y palideció más de lo que ya lo había hecho – tus, tus…- Ian me
miraba directo a los ojos y alzo una mano, apuntándome con debilidad.
- ¿Qué sucede? – pregunte asustada, me
impulse para ponerme de pie, pero caí.
- Tranquila – dijo el apresurándose a mi
lado y ayudándome a sentarme – pero, creo que deberías de…de verte.
- ¿Verme? – lleve mi manos a la cabeza y
cerré con fuerza los ojos – hay…hay un espejo en mi mochila.
Se puso de pie rápidamente y en cuestión de
segundos ya estaba de nuevo frente a mi con el espejo volteado contra su pecho.
- Solo, tómatelo con calma – dijo él,
extendiéndome inseguro el pequeño objeto – porque necesito que me digas que
diablos fue eso.- Ian hablaba de hace momentos, cuando parecía que agonizaba.
Tome
el espejo en mi manos, las que vi mas pálidas de lo normal. Poco a poco dirigí
el cristal en mi dirección, primero la barbilla, los labios que se veían mas
rosados en contraste de la piel pálida y finalmente los ojos.
Ahogue
un grito, llevándome una mano a la boca. Mis ojos ya eran grises, pero ahora
eran plateados, parecían plata perfectamente pulida.
- ¿Qué esta sucediendo? – me pregunte a mi
misma con voz temblorosa.
El espejo mostro
un pedazo de pelo, blanco como la nieve. El color cajeta de mi cabello se
degradaba hasta convertirse en blanco en las puntas. Tome el mechón en mi manos
y lo observe asustada.
Aun apunto de entrar en crisis, recordé el ardor que me causo el collar en
mi cuello y lo saque de mi camisa casi arrancándomelo del cuello.
- Esto no esta pasando – susurre. El anillo ya no
era dorado, ahora era plateado. Oro blanco - ¿¡Que esta sucediendo!? – me puse
de pie de un salto, enrede mis manos en mi pelo y volví a observarlo, blanco.
Se convertía en blanco…como el de mi padre.
Hiperventilaba.
- ¿Qué es lo que acaba de suceder? Dios,
Helena, pensé que estabas muriendo. – Ian trataba de mantener la calma, pero no
lo disimulaba del todo bien.
- No se, no se, no se –
El viento
comenzó a soplar con fuerza, eso solo me altero más.
- Cálmate, cálmate – Ian se acerco a mi
cauteloso y me tomo por los hombros, sacudiéndome con gentileza.
Inhalé y exhalé una y otra vez con fuerza,
hasta que logre controlarme, el viento también disminuyo su violencia, hasta
convertirse solo en una brisa.
- Ahora, con calma. Te suplico me expliques
que sucedió – volvió a sacudirme un poco más y luego quito sus manos de mis
hombros.
Tenía tantas cosas en mi cabeza, tantas
cosas que decir, preguntas que necesitaba hacer en voz alta y lo único que
logré decir fue…
- Es 27 de Noviembre – Ian frunció el
ceño sumamente confundido – es mi cumpleaños, cumplo 19.
- ¿Cum…cumpleaños? ¿De que hablas
Helena?
Baje la mirada, parpadee, recordando lo que
había dicho mi padre.
- Creo que mi padre me hablo de esto –
comencé ordenando mis pensamientos, mientras miraba el suelo – me dijo que cuando el momento llegara
debía de ser fuerte.
- ¿Momento de que?
- No lo se – susurre –, pero supongo que
este fue el momento.
-
Te vez distinta – dijo él, sus palabras me tomaron por sorpresa, pero el tenía
razón.
- Me siento distinta – Ian me miro de una
manera que me hizo sentir incomoda y carraspear - además tengo el cabello
blanco y los ojos plateados, supongo que eso también ayuda al cambio de imagen.
Me aparte de él y volví a inclinarme por el
espejo que descansaba en el suelo. Volví a mirarme, esta vez con más calma.
Estaba mas pálida, pero no me veía enferma
y mis ojos reflejaban mas vida de la que habían reflejado en años. Voltee a ver
la luna, seguía iluminando el bosque con su luz plateada. Creí escuchar un
susurro dentro de mi cabeza, pero fue tan fugaz que lo pase por alto.
Tome el anillo en mi mano y jale de la
cuerda con fuerza, arrancando el collar de mi cuello. La joya descansaba en mi
palma, la que debería de tener una cicatriz, pero ya no había nada. Estaba
completamente lisa, no quedaba nada. Aguante la respiración y me pregunte si tal vez…
Me coloque el anillo en el dedo, por
primera vez en tres años. Una corriente eléctrica me recorrió hasta el pecho
cuando lo hice, y cuando la sensación desapareció me apresure a levantar mi
camisa.
Ahogue un grito.
La horrible
cicatriz que se había tejido a lo largo de mi costado con altos y bajos, era
ahora una fina línea visible, pero ya no desagradable y tampoco tenía relieve.
Entendí el dolor tan penetrante en mi costado.
- ¿Qué diablos sucedió? – Ian miraba
perplejo lo que quedaba de una horrenda herida. Sonreí, si hubiese visto la
misma herida esa mañana hubiese dado un paso atrás.
- Mira – respondí acercándome a él y
extendiendo mi palma ya sin cicatriz – se ha ido.
Él tardo en tomar mi mano, pero cuando lo
hizo entreabrió la boca, sorprendido.
- No puede ser.
- Esto – dije alzando mi camisa hasta
las costillas y atrayendo la mirada de Ian inevitablemente - esto era horrible hace horas, ahora solo
quedan líneas.
- ¿Cómo te lo hiciste? – pregunto el
sin dejar de observar.
Sentí mi mirada nublarse, baje la camisa y
aparte los ojos de él.
- Fue hace mucho.
- Helena, tienes que dejar de evadir el
pasado – Ian hablaba con suavidad.
- Es la única manera que puedo seguir
adelante, si no hablo de el…siento que no paso, así es mas fácil.
-
No lo es – Ian tenía el rostro en blanco, sus labios eran una fina línea.
Lleve dos dedos
al puente de mi nariz.
- Bien – suspire y camine a la fogata,
me senté con las piernas cruzadas frente al fuego.
Ian no tardo en
sentarse a mi lado, tome una bocanada de aire y juguetee con el anillo.
Comencé desde el carruaje, le hable de todo.
Con ojos llorosos mencione la muerte de mi tía y el miedo que sentí esos días.
Le hable de Flynn, sentí frío cuando hable de George y Khan y de Aarón…de Aarón
no dije una palabra.
Cuando comencé a hablarle de lo que
sucedió en el rió, Ian tenía una mirada gélida. Desvió la mirada a mi costado
cuando reviviendo el dolor que sentí, le hable de la rama que me atravesó.
Hable de cuando Iudir me rescato y varias
lagrimas mudas salieron de mis ojos al rememorar lo desolada que me sentí
cuando me explico que ya no tenía a nadie en el mundo, que todo aquel a quien
alguna vez ame, se había ido.
Cuando termine, tenía la garganta seca y la
noche lo había absorbido todo, solo el fuego nos protegía de la densa
oscuridad.
Me mordí el labio.
- Por eso le temo al agua, nunca he podido
superar ese momento y cuando intentaste ayudarme, entre en pánico. Nunca fue mi
intención herirte, pero no…no pude controlarme.
Ian exhalo con fuerza por la nariz.
- Ese día que vendaste mi mano, no fue
un sapo por lo que gritaste – concluyo él.
Negué con la
cabeza.
- Me resbale y el agua llego hasta
mis hombros – reí un poco – por eso tardo años en terminar ¿sabes lo difícil
que es lavar el pelo sin sumergirte?
Ian también sonrió, pero sus ojos no lo
hicieron.
- Vas a terminar sacándome canas – dijo
en voz baja.
Reí débilmente.
- En estos momentos, yo tengo de sobra –
tome un mechón de pelo y lo sacudí frente a el.
- Esto es completamente extraño – Ian tomo
el mechón que sacudía y lo observo con cuidado – cuando sucedió, había cambiado
en cuestión de segundos antes de que te desvanecieras y cuando volviste a abrir
los ojos – Ian me volteo a ver, fueron unos segundos que me causaron que me
sonrojara. Por fortuna su mirada no duro mucho – bueno, si antes me costaba
sostenerte la mirada, ahora será mucho mas difícil.
Carraspee. Tenía que dejar de hacer eso,
lo estaba convirtiendo en un habito.
- Tenemos que ir por mis cosas – dije,
tratando de cambiar de tema de conversación.
- No con esta oscuridad – negó con la
cabeza – es muy peligroso.
- Pero, mis cosas están ahí – trate de
convencerlo, mi colcha estaba ahí.
- Mañana – sentencio el.
Entorne los ojos.
- Mañana- repetí, asintiendo débilmente
con la cabeza.
La noche de hace
dos días había sido completamente irreal.
La luna me había reclamado y ahora parecía
alguna clase de creatura del bosque con el cabello blanco en las puntas y los
ojos plateados. No iba a ser cosa facil cubrirlos.
- Entonces, deja ver si entendí – Ian había
hecho un sin fin de preguntas que ni siquiera yo sabía la respuesta, pero algo
dentro de mi, me ayudaba a responder – cuando naciste la luna fue la que te
eligió para heredera.
- Ese no es ningún secreto.
- Y cuando alcanzaste la edad a la que
supuestamente te coronarían, ¿te reclamo?
Agite las manos
a los costados.
- Mira, no se lo que paso, solo se que a mi
padre también le sucedió – suspire y observe mi cabello – solo hubiese deseado
que me hablara de ello.
- Pero, lo hizo.
- Un “tienes que ser fuerte” y “déjalo
pasar” no sirven mucho a alguien de ocho años, que no sabe ni de que se está
hablando.
Una liebre. En mi cabeza vi una imagen que
mis ojos no percibían.
Prepare el arco
y antes de darme cuenta, la flecha atravesó un arbusto y se clavo en algo al otro
lado.
- ¿Qué diablos te sucede? ¿ahora matas
arbustos? – Ian exhaló desesperado. Estaba estática, no sabía que acababa de
suceder, solo dispare en cuanto vi al animal, pero…¿lo había visto?
Ian fue por la flecha y se quedo inmóvil
antes de tomarla.
- ¿Cómo lo supiste? – pregunto Ian sin
voltearme a ver.
- ¿Saber que cosa? – me apresure a llegar a
su lado y también me quede helada. La flecha atravesó justo el corazón del
animal, la misma liebre que había aparecido en mi cabeza.
Sentí el color bajarme por las mejillas
hasta los talones.
- Yo…yo, no lo se – Ian se inclino y tomo la
flecha, se la quito al animal y lo sostuvo frente a él.
- Supongo que hay que tomar un descansó –
estaba completamente serio – después de todo ya tenemos que comer.
No tarde en prender el fuego y el conejo
tampoco se hizo esperar.
- Helena, siento que me volveré loco, porque
no tengo la menor idea de que le sucede a mi compañera.
Compañera.
Sentí extraño aquel nombre con el que Ian se dirigió a mi.
- Solo lo vi.
- Solo lo viste – Ian hundió la cara entre
las manos – a ¿5 metros de distancia, detrás de unos arbustos y solo lo viste?
Asentí con la cabeza.
- Apareció en mi cabeza, no sabía de donde
venía, pero sabía exactamente donde estaba…y al mismo tiempo no lo sabía.
- Eso aclara… nada.
Di otro mordisco
a la carne. Exactamente, no resolvía absolutamente nada.
- Solo faltan 3 días – dije con la mirada
perdida -, y aún no tengo ni la menor idea de que voy a hacer cuando llegue a
Kellmer.
- Ya pensaras en algo.
Solté una
risotada.
- Eso mismo dijiste hace once días y mira,
sigo can nada y ahora también tengo que pensar que diablos me esta sucediendo.
Terminamos el conejo y apagamos el fuego y
lo pisoteamos para que no quedara ni una chispa con vida.
- Helena – dijo Ian al cabo de un rato
después de notarlo mas callado de lo que era normal.
- Hmmm
- Hay algo que debo decirte - trague
saliva, eso no me gustaba - Yo no soy lo q…
Lobos, cinco.
Nos escuchaban, nos veían. El olor de su pelaje llego a mis fosas nasales y el
gruñido de sus gargantas resonó en mi cabeza.
- Shhh – lo callé de golpe, interrumpiéndolo
y cortando lo que fuese que iba a decir.
- Es impor…
- Que te cayes – siseé sacando mi espada,
obligando a Ian a imitarme.
El silencio se
apodero del lugar, pero yo los escuchaba, los olía, incluso imágenes de ellos
llegaban a mis pupilas como ráfagas.
- ¿Qué sucede? – Ian estaba en tensión.
- Lobos.
Como si mis
palabras fueran algún tipo de llamado, emergieron de los arbustos y sombras.
Se nos lanzaron en un parpadeo, el primero
murió al instante cuando le atravesé el corazón con la espada, pero me había
distraído y uno de ellos aprovecho para llegar a mi brazo.
Grite.
Ay ay madre mia como me dejas xd
ResponderEliminarjajajajjajaj es la magia de la incognita
Eliminarpero nooo como nos dejas haci me gusto que ella le contara y confiara su verdad
ResponderEliminarpero el oculta algo yo lo sabia ya quiero saber que es un capitulo muy muy bueno me gusto mucho un beso
Gracias Rosa! ajaja tu siempre sospechosa, esperado el sábado
Eliminarhola... sentí que fue muy corta esta parte... bueno seria por lo q esta tan interesante que me sentí así como cando fui a ver la primera parte del señor de los anillos al cine q la cortaron de golpe y salieron las letras.. porque iban a venir otras partes mas. bueno igual.. espero un próximo capitulo con ansias.. gracias..
ResponderEliminarUhh que mal con la intriga que me dejastee!! que le iba a decir Ian?? Que le paso cuando el lobo la atacoooo...mmm me re gustoo!!!
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